LAS CUATRO MUJERES DE FERNANDO VII

Seguimos a Juan Eslava Galán, en su magnífica "historia de España contada para escépticos". "A Fernando... lo habían casado con su prima hermana María Antonia Borbón Lorena, una chica menuda, más fea que guapa, rubia, de ojos claros, belfo austriaco, nariz borbónica y carácter dulce. Falleció de una tuberculosis galopante a los tres años de casados. Fernando, en el exilio de Valenzay, intentó casarse por segunda vez con alguna sobrina de Napoleón, pero el emperador no se dignó acceder. A su regreso de Francia, ya rey y Deseado contrajo segundas nupcias con su sobrina carnal María Isabel Francisca de Braganza, hija de los reyes de Portugal, a la que llevaba diez años (su madre es la que no se le ve la cara en el retrato de Goya de la familia de Carlos IV). Ella era gorda, mofletuda, los ojos saltones y apagados, nariz grande y boca pequeña y torcida. En la verja de palacio amaneció un malvado pasquín liberal: Fea, pobre y portuguesa... ¡Chúpate esa!. Murió la pobre a los dos años, sin haber producido el ansiado heredero. Ya tenía el rey treinta y cuatro y comenzaba a preocuparle la falta de descendencia. Por eso no esperó ni siquiera un año para casarse de nuevo, y van tres, esta vez con su prima segunda (y al propio tiempo sobrina segunda) María Josefa de Sajonia. La chica, monilla y espiritual, sólo contaba dieciséis años y nadie le había explicado cómo se fabrican los niños. La primera noche en la alcoba real se llevó tal sorpresa ante los requerimientos de su bastísimo cónyuge que hizo aguas menores y mayores en la cama y Fernando, encalabrinado, montó un escándalo colosal, pero ni siquiera exhibiendo su regia ira logró que la testaruda alemana colaborara en la consumación del matrimonio. Tuvo que mediar nada menos que el Papa para que la chica, una vez instruida en los misterios de la vida y en los rudimentos de sus deberes conyugales, se entregara a los deseos de Fernando. Ni siquiera la intervención de tal alto maporrero persuadió a la Providencia a bendecir aquel matrimonio con su heredero. Pasaban los años y la reina no tenía hijos a pesar de que todos los veranos la corte peregrinaba al balneario de Sacedón, otras veces a Solán de Cabras, a tomar las aguas que tenían fama de ser muy engrendradoras....Murió en 1829, a los veinticinco años de edad, sin haber traído descendencia. Fernando, cuarentón, baldado por la gota, pensó en casarse de nuevo. Necesitaba a todo trance un heredero... Esta vez prefirió una meridional, su sobrina María Cristina de Borbón, de veintitrés años, una napolitana alta, morena, de anchas cadera y nada mojigata. Hasta guapa era, si se le excusa la nariz familiar. El aventajado rey concibió una pasión senil, como consecuencia de la cual la nueva reina quedó preñada" De aquí saldría la futura Isabel II, el conflicto sucesorio, las guerras carlistas, los muñoneces, etc. etc, pero esta información la podéis encontrar en otros sitios de la Web.